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IA GENERATIVA Y CREACIÓN GRÁFICA: VIENEN CURVAS

IA GENERATIVA Y CREACIÓN GRÁFICA: VIENEN CURVAS

 

 

La IA, como la mayoría de los avances tecnológicos determinantes, o los magos, no llega tarde ni pronto, sino exactamente en el momento adecuado. Con la tormenta generada entre los creadores nacionales ante el borrador del nuevo Decreto que pretende regular el uso de inputs (básicamente el uso de obras protegidas por derechos de autor para entrenar IA) del actual ministerio de Cultura, se pone de manifiesto la brecha abierta, que la propuesta sobre la mesa de la cesión de dichos derechos —si bien no exclusivos y en principios bajos determinados supuestos— a las compañías tecnológicas por parte de entidades de gestión colectiva no hace sino acrecentar. 

 

 

La cuestión tiene mucha miga, y la limitación de derechos de autor futuros a materiales creados por IA es otra de las aristas peligrosamente afiladas de un poliedro muy complejo, con algunas que se adentran en la ética y la cosa social incluso, que no queda otra que asumir y legislar, pero que ya prevé la pérdida de entre una cuarta y una quinta parte de los ingresos globales de algunos sectores creativos en los próximos cuatro años. Vienen curvas.

Esa oportuna aparición en este preciso momento histórico se explica, además de obviamente por el necesario desarrollo tecnológico previo, por la secuencia de cambios profundos que estos han provocado en nuestra manera de consumir información y cultura. La arrasadora transformación, casi podemos decir que metamórfica, provocada en primer lugar por la aparición de Internet y la implantación masiva —apenas en lo que llevamos de siglo XXI recordemos— de los dispositivos móviles primero y de las redes sociales después, ha acarreado una consecuente degradación del valor de la información que afecta ya a los medios de comunicación e incluso a la política mundial, y por supuesto a la cultura, generando el espacio perfecto para la irrupción de la IA.

Esa fugacidad del mensaje y su banalización correspondiente deviene en la constatación de que buena parte de los consumidores digitales, si no una mayoría ya, están listos para no apreciar la diferencia entre creaciones de inteligencia humana y artificial, lo que en general es una mala noticia para los profesionales de la creación, especialmente de la gráfica. Todo parece indicar que a algunas tarifas, que en el caso del diseño gráfico y la creación de contenidos por ejemplo están estancadas desde hace años, les toca ahora además pujar a la baja ante la inminente aparición de ingentes cantidades de contenidos generados por IA a bajo coste, cuyo impacto en el público no va a resultar ni mayor ni menor que el de los creados por profesionales del sector. O lo que es lo mismo: ¿quién va a pagar por contenidos de calidad si los generados por la IA van a obtener el mismo resultado y van a ser mucho más baratos? Con el agravante de que los contenidos usados por la IA en su “entrenamiento” están en realidad creados precisamente por los autores que verán ahora potencialmente mermados sus ingresos.

 

 

La originalidad ya no cotiza al alza, es lo que hay. Los clientes invierten menos en creatividad porque buscan decir lo que quieren decir, sin más, y cuanto más rápido mejor porque entienden que es lo que su público demanda. Solo la adaptabilidad del mensaje a los distintos formatos parece ser importante, y eso la IA lo hace de fábula. Mucho nos tememos que a los creativos solo nos queda subirnos también a esta nueva ola para que no nos arrastre; ser parte del problema para solucionar en parte nuestro propio problema, abaratando costes mediante la agilización de los procesos generativos y puede que, incluso, reduciendo los estándares de calidad. Y eso la IA también lo hace de fábula.

Por cierto, las imágenes que ilustran esta entrada están generadas con IA.

Natural by design.

Estaban Alex Ferguson, Sarah Ferguson, los tractores Massey Ferguson y Ferguson el protagonista de 4321 de Paul Auster. Y ahora también estamos nosotros; Ferguson.
Ohh my God!
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